Despertador. Siete de la mañana, nuevo día, la luz del sol entra por la ventana... Mentira, sólo había olvidado apagar mi lámpara. Las botellas de sprite alrededor de ésta le daba a la luz un color raro, pero bonito. Ésta había sido una de las pocas veces que me gustaba mi desorden. Me dirigí a la ducha y no salí de esta hasta las 7:20. Comer pizza de desayuno era algo que había hecho muy pocas veces, y me gustaba aprovecharlo. Por lo que noté, Gabriel y Bernardo ya se habían ido, sin olvidar llevarse por lo menos la mitad de lo que quedaba de tan suculento pero frío alimento italiano. Adolfo el gato había dormido encima de la pizza que quedaba pero no me importó, hay momentos en los que creo que él es más limpio que yo. Entre toda la mugre que había en mi casa, decidí intentar recordar que había pasado entre estas 4 paredes el día anterior, información que mi sobredosis de azúcar impedía que recordara.
¿Domingo? Revisé mi celular y lo comprobé. Siete llamadas perdidas de Carolina, mi hermana mayor. Seguramente preocupada de que papá y mamá no estén por un viaje de negocios y la casa haya quedado a cargo mío, ya que ella está de internada en una universidad de la capital. Un poco de brisa matutina entró por la ventana que Adolfo abrió con una de sus patas. ayudó a que me despabilara un poco más.
De la nada, la puerta se abrió y sólo me permitió ver nada. Una profundidad, oscura como boca de lobo, empezó a absorber todo lo que podía ver. El primer afectado fue Adolfo, al cual la gravedad del agujero negro ubicado al otro lado de la puerta lo consumió en sólo segundos. Aterrorizado, me aferré firmemente al catre, que por razones desconocidas no se movía.
Los cuadros, las sillas, la mesa... Todo empezó a moverse por difusión simple hacia la puerta de entrada de mi habitación. siendo tragado y expulsado a un vacío inmenso. Sólo quedábamos en la habitación parte de mi cama y yo. Temblando de miedo le entregué lo que queria: Mi celular con el video vergonzoso de Gabriel y Bernardo, ebrios de tanta pizza (En serio, esto pasa, experiencia propia), cantando ridiculamente viejas canciones de Jardín de niños. El torbellino oscuro se tranquilizó y cerró la puerta cuidadosamente, diciendo antes de salir: "Si esto vuelve a pasar no te irá tan bien como ahora...". Lo gritó en una habitación vacía, sin sillas, sin mesas, sin colchón y sin gato...
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