viernes, 12 de noviembre de 2010

Erre con erre cigarro...

Delante de mi ojo izquierdo, un mechón de cabello. En el derechó sólo habían lágrimas. Cerca de mi boca, un cigarro encendido y a medio consumir. Yo, en una silla; la silla en un cuarto oscuro, el cuarto oscuro ocupando espacio en algun lugar del planeta. La ventana estaba cerrada y las cortinas igual. Iluminado por la luz del fogón del centro de la habitación, comencé a pensar, acompañado del sonido del agua cayendo del cielo...

Ella, debe ya de estar lejos... muy lejos...

Lejos, como a miles de kilómetros de acá...

En un bote, en un avión, en auto o caminando...

...

El sonido del teléfono hizo que me cayera de la silla.

-¿Aló?
-Necesito hablar contigo
-Nos vemos acá en la hacienda... *click*

Silencio, sólo el sonido de las brasas ardiendo.

En el techo, una gotera. La lluvia se hacía cada vez más fuerte y algunas tejas se habían movido. No las arreglaría hoy, así que decidí esperar a que la lluvia cesara.

Exhalé un poco del humo del cigarro que me ahogaba en esa habitación tan hacinada...

Ella debe estar pensando... pensando también... ¿Por qué no?

Pensando, sentada en su asiento, pedaleando o caminando... pero pensando...

Un gato sobre el tejado, el sonido al resbalarse (Ojalá no haya movido más tejas) y al caer me provocó un sentimiento de terror irreproducible.

-Miau, miau...

Se había roto una patita, pensé... Fui a ver que pasaba. El viento apenas permitió mi salida de mi cálido hogar. El gato se hallaba tirado en medio del pasto, con una pata claramente descolocada. Pensé por un momento en llevarlo al veterinario pero...

...Ella debe estar almorzando, no creo que llegue en este momento, mejor aprovecho el tiempo...

Me subí al auto e introduje las llaves en la chapa correspondiente. El motor no quería encender al principio pero luego de varios intentos y quejidos y maullidos y desesperaciones lo hizo. Conduje lo más rápido que la lluvia me permitió hacia el hospital más cercano de donde estaba...

Mi cigarro ya se había acabado, tuve que tirarlo por la ventana... Ví como rebotó en la hierba que rodeaba mi mansión...

Ella debe haber vuelto a comenzar su andar... si tan solo supiese donde está... tal vez no temería de su llegada...

El consultorio para mi suerte estaba abierto y vacío, atendieron al gatito de manera expedita y le dieron una atención especial.

-Estará bien doctor? - Pregunté como niño chico esperando saber de su mascota de toda la vida
-Lógico...- Me acordé que debía volver rápidamente, me despedí y me fui a toda velocidad.

Alcancé el lugar del cual siempre puedo ver mi hacienda, tal vez ella me esté esperando en la entrada...

Fuego, eso fue lo único que podía apreciar... Fuego y más fuego...

-¡Cigarro de mierda!- maldije una y otra vez-¡Cigarro de mierda!

Me bajé y saqué el extintor de mi auto para intentar apagar las llamas cerca de la entrada. La puerta parecía abierta.

-¡Laura!- Había llegado antes del inicio del incendio

Al entrar, descubrí que todo estaba siendo quemado... Todo, incluyéndola a ella. Calcinada, parecía piedra pero podía haber apostado que una ligera ráfaga de viento la hubiese esfumado de la tierra.

Eufórico, tomé la silla en la que hasta hacía unas horas había estado sentado y la agité con fuerza de lado a lado... siendo ésta contaminada con la llama del diablo. La alejé inmediatamente de mí y cayó cerca de la escalera de madera que llevaba a la habitación donde guardo el gas para la estufa de parafina (Lo confieso, mi chimenea es falsa...)

Lentamente, el fuego subía peldaño a peldaño... me armé de valor y tomé de nuevo la silla, mientras esta en su flameante naturaleza me devoraba las manos con sus fauces ardientes. Despues las muñecas y los brazos. Rompí todo, los cuadros, las cartas, los muebles... y no soporté más el dolor...

Tirado en el piso, mordiéndome por dentro por las quemaduras de tercer grado, mi mirada solo atinaba a ver el umbral de la puerta después de las escaleras, donde lo único que separaba las llamas de mi bodega era una pequeña línea de cerámica... no inflamable.

Me tranquilicé por un momento, pero un ligero temblor hizo caer de la muralla una carta, una carta de mi hermana...

La carta se consumió por completo y permitió a las llamas cruzar...

-¡Hija de...!