Vomite tantas palabras que me hecharon de la corte. Fui a parar al tendedero del juez, escondido tras una sábana blanca, para que este no me viera. Mi plan era consiso y certero, robar a su mascota, el señor Cerdo.
Pero noté que su esposa no estaba, así que no cumplí mi objetivo. De todos modos, fui feliz, al imaginarme como los cerdos eran alimentados tras ese cerco de estiércol.
(Por Simón Labarca)
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