Y se mecía en su silla, mirando la nada de su casa solitaria, pequeña, de madera, pero que acogió sus siete hijos, y que encarcela un luctuoso hecho que vaga por los recónditos lugares de todas las habitaciones, y mantiene encerrado al hombre de la silla.
La casa se llenó de pena cuando su hijo mayor tenía 12 años, y el menor cerca de 10 minutos, su esposa había muerto, problemas en el parto que, en ese tiempo, no se podían solucionar tan fácilmente, su único amor se había ido, y él lo tuvo que entender muy rápido, sus hijos necesitaban a alguien, y siempre pensó que hizo lo correcto, incluso ahora cuando seguía meciéndose y esperando, y esperando y recordando, recordando la última conversación con ella, la cual le dio fuerza para seguir con sus hijos, pero que también lo mató y condenó toda la vida en esa prisión urbana pequeña y de madera:
- Te amo, y quiero que cuides a nuestros hijos
- ¿Qué dices?, los cuidaremos juntos ¡Dijimos que para toda la vida!
- Pero a mi ya no me queda vida
- A mi sí, no puedo seguir sin ti, amor, si te vas se va mi vida y moriré
- Sé que soy una maldita al irme antes y dejarte sufriendo, pero aún así, no puedo combatir
- Por favor… no
- Nunca le digas a mis hijos que morí, diles que me fui lejos, que no los quise cuidar, prefiero que odien a una madre falsa a que amen a una muerta, y… prométeme algo
- ¿Qué cosa?
- Yo… te estaré esperando y quiero que tú también esperes el día en el cual nos juntemos y seamos dos ángeles, promételo… prométeme que yo seré la única mujer de tu vida desde ahora a la eternidad
- Te lo prometo
- … Te amo… mucho… … …
- … (silencio… biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip… silencio… llanto)… yo también te amo mucho
La casa se llenó de pena cuando su hijo mayor tenía 12 años, y el menor cerca de 10 minutos, su esposa había muerto, problemas en el parto que, en ese tiempo, no se podían solucionar tan fácilmente, su único amor se había ido, y él lo tuvo que entender muy rápido, sus hijos necesitaban a alguien, y siempre pensó que hizo lo correcto, incluso ahora cuando seguía meciéndose y esperando, y esperando y recordando, recordando la última conversación con ella, la cual le dio fuerza para seguir con sus hijos, pero que también lo mató y condenó toda la vida en esa prisión urbana pequeña y de madera:
- Te amo, y quiero que cuides a nuestros hijos
- ¿Qué dices?, los cuidaremos juntos ¡Dijimos que para toda la vida!
- Pero a mi ya no me queda vida
- A mi sí, no puedo seguir sin ti, amor, si te vas se va mi vida y moriré
- Sé que soy una maldita al irme antes y dejarte sufriendo, pero aún así, no puedo combatir
- Por favor… no
- Nunca le digas a mis hijos que morí, diles que me fui lejos, que no los quise cuidar, prefiero que odien a una madre falsa a que amen a una muerta, y… prométeme algo
- ¿Qué cosa?
- Yo… te estaré esperando y quiero que tú también esperes el día en el cual nos juntemos y seamos dos ángeles, promételo… prométeme que yo seré la única mujer de tu vida desde ahora a la eternidad
- Te lo prometo
- … Te amo… mucho… … …
- … (silencio… biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip… silencio… llanto)… yo también te amo mucho